Red Eye (2005)

Thriller en el que una empleada de hotel toma un avión en Dallas y es interceptada por un asesino a sueldo que la obliga a cometer un crimen en Miami. Alejándose un poco (pero no tanto) del género que mejor conoce y partiendo de una premisa simple y atractiva que no le pide mucho al espectador, el film es la inmediata respuesta de Craven al descalabro de Cursed (2005). Hay algo de minimalista (al menos en la primera parte) en el hecho de que el film se construye a partir de una pareja hablando en las butacas de un avión. Allí Craven saca provecho del gesto de los actores y de algunos diálogos al pasar. Después, con las corridas, las persecuciones y los montajes paralelos, el film se transforma en un slasher en la línea de Scream (1996), aunque sin asesinatos. Este cambio sólo se sostiene entendiendo los antecedentes de Craven. La partitura de Marco Beltrami de ritmos acelerados y electrónicos, la fotografía de Robert Yeoman que mantiene la oscuridad en la cabina del avión y la presencia de Rachel McAdams como otra de las heroínas de Craven se destacan. También hay algo de sentido del humor: la acción se desarrolla en un panteón contemporáneo de la seguridad y la paranoia (los aeropuertos y los aviones), el asesino a sueldo que utiliza cuchillos, el dibujo de los personajes secundarios. El humor es un elemento siempre presente en su cine y generalmente está insertado con inteligencia en sus films. Craven es uno de los directores más honestos del cine de terror. Mientras Carpenter busca la fusión del clasicismo y la modernidad, Cronenberg ahonda en la naturaleza enfermiza de sus personajes y Romero filtra lecturas políticas y sociales, él parte de las superficies y se queda en las superficies. El film supone un tardío reconocimiento a Craven fuera del género del terror. En el fondo siempre fue un director accesible que puede conectar con el público.