Psycho thriller en el que un asesino serial secuestra a una niña atormentada por la muerte de su madre en New York. Cunningham nos mete en un submundo de delincuencia y marginalidad en las sucias calles y los subtes semivacíos de la noche neoyorkina. La asombrosa secuencia de la aparición en la casa al principio de la película y la crudeza del secuestrador una vez que empieza a matar llevan al film al terreno del más puro horror.
El film es una excelente muestra de cómo una novela mediocre puede convertirse en una película estimulante agregándole un poco de pimienta. Cunningham y sus guionistas se desprenden de muchas de las escenas y los personajes gratuitos de la novela de Mary Higgins Clark y se centran en el corazón del conflicto (el cautiverio de la niña y la mujer en los túneles subterráneos de la Estación Central de New York). Así, sin ser un film sangriento o violento, el escenario que plantea es mucho más oscuro, sórdido y sucio. También aciertan en cambiar el sexo y la edad de la víctima (de un niño enfermizo de 6 años a una niña inquieta de 11) y en agregar cierta empatía en el retrato del psicópata (las escenas en que le roban la gasolina y lo asaltan en un baño público).