Comedia de terror en la que un camarero de un bar se convierte en un escultor reconocido al utilizar cadáveres reales en sus obras en San Francisco. Resulta imperdible el retrato que Corman hace de los poetas, los drogadictos y la bohemia de California (y lo espantosas que son las estatus, pese a todos las consideran geniales). En los tres asesinatos (un policía con sartén en la cabeza, una modelo desnuda estrangulada y un obrero cortado con una sierra) todavía no hay gore.