Schock (1977)

Cuento de terror en el que una familia se muda a una casa y la madre cree que su hijo la quiere matar en Italia. Bava ensaya un cruce entre los films de casa encantada y los de niños malditos. La película tiene algunos momentos aterradores: la imagen de la mano abrazando a la protagonista dormida, un par de pesadillas que bien pueden ser fuente de inspiración para Wes Craven, el rostro deformado por el foco del anterior marido drogadicto y el clímax de la mujer volviéndose loca como La frusta e il corpo (1963).

Luego de la cancelación de Cani arrabbiati (1974), Mario Bava realiza su último film en plan de aggiornamiento (música de Goblin durante los créditos incluida). De hecho es el único de sus films de terror de ambientación contemporánea que no es un giallo. Lo cierto es que el planteo sobrenatural de la historia y la forma de asustar a través de los efectos especiales no van con su estilo. Aun así, su puesta en escena logra lucirse como siempre. Los constantes movimientos de cámara (ya sea a través de travellings, zooms o panorámicas) siempre encuentran apoyo en los oportunos y bellísimos planos detalle, esa mano gigante de adorno que parece sacada del decorado de 5 bambole per la luna d’agosto (1970). Pero en este caso la fotografía opaca, el timing moroso de la narración y los efectos especiales (la navaja que levita) no resultan muy aterradores. Cerca del final hay un giro que trata de encaminar la historia (pero luego vuelve a la misma tónica). Bava cierra su obra fílmica, al igual que Hitchcock, con un personaje guiñándole el ojo a la cámara.