Drama bélico en el que un grupo de soldados americanos se dirigen a la batalla de la isla de Guadalcanal en el Océano Pacífico durante la segunda guerra mundial. Malick hace una ambiciosa película bélica que trata de reflexionar sobre el hombre y la guerra desde un enfoque filosófico, romántico y poético. El film está filtrado por la mirada de los personajes, sus sentimientos y padecimientos ante cada suceso, por lo que siempre tenemos distintas reacciones a una misma acción. El choque entre los horrores de la guerra y la belleza de la naturaleza por momentos adquiere un resultado perturbador. Cuando el montaje se desentiende de la acción principal (el nacimiento de un ave, la nube que se corre, la paloma que sale volando, el nativo que pasa caminando entre las filas de los soldados) se crean momentos que expresan el absurdo de la guerra. El prólogo casi idílico en la isla vecina pacífica (además de que fija el tono de la película) tal vez exprese una búsqueda de forma de escape. Ya que la guerra no es natural, no hay voluntad (nadie quiere enfrentarse) y no hay razón (nadie se plantea el porqué). Si bien el film no cae nunca en el esquematismo, la muerte es la única resolución posible. Hay que celebrar el regreso de uno de los directores más personales (y menos prolíficos) del cine americano de la década de 1970.