Policial en el que un hacker es reclutado por una banda de contra terroristas para realizar el robo de un banco de Los Angeles. La primera escena, en la que el personaje de John Travolta habla sobre la falta de realismo del actual cine de Hollywood dando como ejemplo a Dog Day Afternoon (1975), hacía prever al menos una relectura en clave irónica del género policial. Pero una vez que son presentados los personajes, el estilo visual de videoclip se hace dueño de la función y se incluye una subtrama sobre la tenencia de la hija del protagonista, estamos en presencia del más trash entertainment. El film llega a insospechados niveles de ridiculez con el rápido montaje del protagonista tratando de crear un bug en una computadora y la descripción de las fiestas, los bares y la vida nocturna de Los Angeles. Ni siquiera la música electrónica de Paul Oakenfold o la fotografía de Paul Cameron con los colores saturados aportan algo atractivo. ¿Para qué hablar de la torpeza e insensatez con que son introducidas las secuencias de acción? Es como si los realizadores dijeran “aquí hay que agilizar las cosas” y pusieran a los actores a correr y disparar porque sí. Aunque hay un apunte curioso que en su momento pasó desapercibido: el personaje de Travolta roba el dinero para financiar la guerra antiterrorista y cuanta con el apoyo del gobierno. Sin ánimo de ser paranoicos, Hollywood también estaba preparando el escenario de 9/11. El peor insulto para un director de cine hoy en día es que sus films se parezcan a los de Michael Bay. Dominic Sena hace méritos para ello.