Psycho thriller en el que dos hermanas siamesas, una de ellas con tendencias homicidas, son separadas por una operación en New York. De Palma hace un film muy en la línea de Hitchcock, con referencias a Rope (1948), Rear Window (1954) y Psycho (1960), donde el horror está en los límites de la realidad. Hace un excelente uso de la pantalla dividida para mostrar la acción en dos departamentos al mismo tiempo. Hay sólo dos asesinatos, el primero es a puñaladas limpias (y el que genera la investigación), y el segundo, casi sobre el final y aún más gore, se confunde con el clima pesadilla y locura de la última media hora del film.
De Palma hace su primera incursión en el género de terror. Si Romero ya planteó el tema del espacio con Night of the Living Dead (1968), la preocupación de De Palma es la mirada, la multiplicación de puntos de vista y el simulacro. Ya desde la primera escena, que se revela al poco tiempo como un fragmento de un programa de televisión, en la que una mujer ciega comienza a desvestirse en un vestuario sin advertir la presencia de un hombre, De Palma plantea la cuestión del voyeurismo y del espectador. Pero su film toca otra cuestiones tan o más relevantes como la liberación femenina, la locura y la doble personalidad. Y lo hace de la forma menos discursiva posible, sólo a través de la riqueza visual y conceptual del film. En ese sentido la utilización de la pantalla dividida no puede ser más oportuna. No sólo por incluirla en el momento que el film suma un nuevo punto de vista al relato, ni por la capacidad de generar suspense, sino porque está íntimamente relacionada con el pasado y personalidad de la protagonista y el destino de la periodista que se pone a investigar su historia. Pero además, De Palma es lo suficientemente lúcido para montar pocos instantes antes un torturante montaje paralelo (en la mejor tradición de Lucio Fulci) en la que la protagonista se retuerce de dolor en el baño mientras que su amigo que salió a comprar la medicación se detiene a comprar una torta y pide a la empleada de la pastelería que la decore con la inscripción de “Feliz Cumpleaños”. El punto de partida argumental, un personaje que es testigo de un asesinato, y la violenta teatralización del primer asesinato sin duda remiten al cine de Dario Argento. Pero a De Palma, al igual que a Hitchcock, poco le importa el misterio sobre la identidad del asesino, por lo que rápidamente elude la dinámica del body count y el seguimiento de pistas. De hecho su film está construido a partir de dos grandes mega secuencias (el asesinato del principio y la llegada a la clínica psiquiátrica del final) unidas por una breve escena de la periodista que visita a un colega que le muestra un film documental sobre el caso. Por lo que daría la impresión que su film queda dramáticamente desequilibrado, carente de nudo, a merced de la intensidad y efectividad de sus secuencias separadas. Y si se lo intenta analizar desde ese punto de partida, sin duda que es cierto. Pero a De Palma, como un consiente espectador del cine mudo y un hábil prestidigitador del cine moderno, poco le importa la imagen – acción. Su cine está mucho más cerca de la imagen – percepción con influencia del impresionismo, y de la imagen – mental con tendencia hacia las potencias de lo falso. La resolución del film plantea una explícita conexión entre las dos mujeres a través de una secuencia alucinatoria en la que la periodista ocupa el lugar de la hermana muerta durante la operación. Pero el destino de las dos mujeres no puede ser menos liberador, pese a que ambas logran su objetivo (una desprenderse del médico que la hostiga, la otra lograr que le crean su historia sobre el asesinato) ambas quedan atrapadas, ya sea por la policía o por una regresión inducida por hipnosis.