Cuento de terror en el que dos chicas se escapan del colegio y van a parar a un Castillo donde habita el último vampiro en Francia. En su cuarto film el estilo de Rollin luce más afianzado y depurado. La puesta en escena permite rastrear sus raíces expresionistas, disfrutar de la inserción del surrealismo y desarrollar su particular injerencia en la historia (más contemplativo que participativo). En el camino nos regala 45 minutos de puro cine prácticamente sin diálogos desde que nos presenta las protagonistas abruptamente, nos mete dentro del horror con paciencia y parece que cada plano se construye sólo, que culminan con una brutal escena de tortura y violación realmente hipnótica.