Drama que sigue la vida de un grupo de personas en Los Angeles a lo largo de 24 horas. Paul Thomas Anderson se mete en un terreno complicado (los personajes burgueses infelices, cortes constantes de las historias, montajes paralelos, la construcción narrativa a partir del azar) del que es imposible imposible no desprender cinismo, condescendencia y sobredosis de Edipo. Tampoco ayudan un guión que no puede conciliar la concentración espacio-temporal del relato con los traumas del pasado y una música extradiegética que busca forzar la unificación de las historias. Pero aun así, las virtudes de Anderson como director siguen intactas: el trabajo de los actores está muy por encima de los personajes, la puesta en escena cada tanto encuentra algún sorprendente hallazgo, la lluvia de ranas aporta una distancia e ironía necesarias. Una vez llegada la conclusión, es imposible no emocionarse. Del poco agraciado grupo de films de la década de 1990 que se mueve en el mismo terreno, Grand Canyon (1991) City of Hope (1991), Short Cuts (1993) y Hapiness (1998), tal vez Magnolia sea el mejor representante. Anderson todavía debe perfilar la relación entre las ambiciones y los medios, sino quiere quedar a merced de su mera habilidad como guionista.