Drama en el que un funcionario del virreinato en Asunción espera su traslado a otro destino en la década de 1790. Adaptación de la novela de Antonio Di Benedetto (1956). Más allá de los condicionantes extracinematográficos (problemas de producción, retraso de su estreno, la exclusión de la competencia de los principales festivales de cine del mundo), Zama es una película difícil, densa pero por momentos hermosa. Para despegarse lo más posible de su trilogía de Salta, Martel adapta por primera vez un material ajeno y no elige precisamente el más fácil. La novela de Antonio Di Benedetto tiene un deliberado tono antinarrativo. En la novela se genera la sensación de que sus tres partes, separadas por unos diez años, podrían suceder apenas al día siguiente de la anterior. Hablar de las virtudes de la fotografía de Rui Poças, de la reconstrucción de época y del vestuario sería meterse un poco en el terreno del cinéma qualité, un terreno indigno para el talento de Martel. Pero durante buena parte de la película esas son las características que más resaltan de la película. Uno de los problemas es que ninguno de los personajes secundarios adquiere entidad. Sólo en el final cuando la película se abre hacia el encuentro con el otro adquiere una dimensión sublime. Por más que Martel haya agregado cierto sentido del humor más autoconsciente, la película no se puede despegar de la novela. Pero ciertos pasajes que se suponían más sugerentes (el romance con una mujer casada, la presencia fantasmal en la pensión dónde vive) apenas son referidos verbalmente. Eso sí cuando se lanza a la selva el film adquiere otro vuelo y en su parte final se acerca a un un tono propio de las películas de Werner Herzog.