Comedia dramática en la que una familia se hunde en fracasos laborales y sentimentales en Londres. Luego de su estadía en España y de su retorno a New York, Woody Allen vuelve a Gran Bretaña a la espera de su debut en Francia. Si bien el film no es más que un reciclaje de viejos temas como la infelicidad, el amor no correspondido o el ambiente intelectual, a esta altura de su obra poco importa. Sí se detecta en este film un pesimismo mucho más marcado que en los anteriores. El tono distante y la ligereza de la historia lo acentúan. En el aspecto interpretativo Gemma Jones lucha contra un personaje insoportable, Anthony Hopkins se luce como un viejo anacrónico, Naomi Watts se acomoda con facilidad, Josh Brolin es uno de los actores americanos más versátiles y Antonio Banderas está muy lejos de lo que pretende. En resumen, bastante desparejo. En el aspecto formal, Allen utiliza más planos secuencia en espacios reducidos y nos regala un par de bellos primeros planos de Naomi Watts, pero no se esfuerza demasiado. El film puede suponerse como un paso atrás para Allen, pero no afecta su tardío envión.