Cuento de terror en el que un grupo de psíquicos y detectives investigan una casa embrujada en California. Al alarmante desgano de la dirección y del guión de Kevin Tenney, hay que sumarle la ineptitud de las actuaciones para sostener las largas escenas de conversaciones. Ni siquiera las muertes y el obligado desnudo de Linnea Quigley logran sacar del letargo al producto.