Comedia dramática en la que una prostituta recuenta su vida en Los Angeles. Ken Russell hace un film gracioso, desmitificador y provocativo al mismo tiempo. Porque en su cine algunos sketchs tienden al absurdo y el delirio simultáneo, no hay lugar para la prostituta del corazón de oro y, finalmente, la película adopta el discurso reaccionario en contradicción.