Drama criminal en el que dos hermanos, un policía y un manager de un bar, se enfrentan a la mafia rusa en New York en 1988. James Gray completa su trilogía sobre el crimen de New York, las familias destruidas y los dilemas morales que calladamente lo convirtió en uno de los mejores y menos reconocidos directores americanos de la actualidad. Esta vez sin el minimalismo de Little Odessa (1994) o la rigurosidad de The Yards (2000) , mantiene el aliento trágico. Tal vez el guión no se preocupa mucho por esconder los clichés, pega unos volantazos poco creíbles y se olvida de la historia de amor que parecía central, pero eso no quita la inspiración de Gray en la puesta en escena. Para destacar la utilización de la música (ya sea las canciones o la partitura de Wojciech Kilar), los planos generales imponentes y una par de secuencias de acción como la del tiroteo y la de la persecución en la lluvia. En el aspecto interpretativo Joaquim Phoenix es lo más parecido a Marlon Brando que podemos ver hoy y Mark Wahlberg afortunadamente está en segundo plano (lo hace mejor). Esperemos que no haya que esperar otros siete años para que Gray confirme que es una de las voces más personales del cine americano.