Drama en el que un grupo de actores son convocados por la muerte de un autor teatral para ver una nueva versión de una obra que interpretaron para él. Resnais continúa sus indagaciones sobre el tiempo, la memoria colectiva, el teatro, la representación y la impureza del cine. En este caso el experimento es un poco radical porque tiene a los actores (interpretándose a sí mismos) sentados delante de una pantalla durante todo el film e interactuando ocasionalmente con las escenas que se proyectan. Es una idea atractiva: los fantasmas o sus interpretaciones pasadas que vuelven al presente. Pero el dispositivo no termina de perfilarse totalmente. Es decir, hay un claro problema de diégesis que Resnais en ningún momento se plantea solucionar. Cada tanto las escenas se desarrollan en escenarios vacíos completamente artificiales, pero siempre vuelven al living o la pantalla con la que interactúan. Hay que destacar el uso del teleobjetivo que establece una extraña relación entre las figura claramente definidas y los fondo borrosos. Y el uso de los efectos especiales en este contexto no llaman para nada la atención y aparecen como en otro mundo o dimensión.