Aventura en la que un guerrero pagano acompaña a unos cristianos en un viaje hacia Jerusalén en el siglo X. Refn finalmente da el salto cualitativo que su cine necesitaba gracias a la textura fantástica de las imágenes, la fusión del paisaje y del individuo y el viaje hacia lo desconocido. Por fin abandona sus crónicas urbanas violentas. El film logra fusionar con absoulta facilidad cierta base de cine pulp, Conan the Barbarian (1982) y 300 (2006), con búsquedas más personales, Aguirre, the Wrath of God (1972) y The New World (2005). A partir de algunos recursos como el provecho que saca de las esperas y la anticipación, el buen uso del color (rojo furioso) y la oportuna utilización de la música, no necesita de efectos visuales digitales, diálogos ampulosos o gritos histéricos para hacer su film espectacular. Tal vez la pomposidad de los títulos que ofician de capítulos, el abuso de primeros planos innecesarios y la opción fácil de incluir a un niño-testigo sean fallas que todavía deberá corregir. Pero Refn por fin puede usar su extraordinario poder visual hacia fines más dignos y menos cínicos.