Comedia dramática en la que un joven consigue trabajo como vendedor de aspiradoras en Lancashire, Inglaterra. Boyle deja a Hollywood después de la mala recepción de The Beach (2000), abandona a sus colaboradores habituales y regresa a las sucias calles británicas para realizar este telefilm encargado por la BBC (que igualmente participó de algunos festivales de cine). La utilización de cámaras de video digitales alimenta el debate sobre la democratización de la producción. Porque estéticamente, más allá de la facilidad para realizar ángulos complicados, mucho más no aporta. La imagen granulada y la reducción de colores se consiguen fácilmente con una cámara de 16mm. Igualmente el realismo sucio y la estilización inmediata de Boyle se adaptan sin problemas al nuevo formato. La trama anecdótica se limita a seguir al protagonista en sus jornadas laborales y deja una gran fiesta para el final. Sólo queda para el recuerdo algunos personajes freaks (el ojo de vidrio, la vecina) y la absurda entrega de premios. El guión de Jim Cartwright desperdicia las posibilidades alegóricas de la aspiradora. Aunque queda perdido en el montaje, se observa algo del poderoso estilo visual de Boyle en el uso del plano general y del plano cenital. Boyle aprovecha el encargo para experimentar con el nuevo juguete digital, a la espera de proyectos más ambiciosos y de usos más convenientes como 28 Days Later (2002).