Comedia dramática en el que un caricaturista recibe a una amiga que conoció por Internet en su departamento en Los Angeles. Swanberg se muda a Los Angeles para continuar sus minúsculas películas que exploran las relaciones de pareja, los jóvenes ensimismados y la obsesión tecnológica, que por lo general se transforman en ejercicios masturbatorios. Si esta vez hay cierta calma o distancia que recuerda a Sang-soo Hong, la inclusión del score de Kevin Bewersdorf da cierta progresión narrativa y un par de escenas tienen algo de belleza y de simpleza, los problemas siguen siendo los mismos. A riesgo de ser reiterativos: la chatura visual, la ¨improvisación¨ de las actuaciones, la intrascendencia de los diálogos, la condescendencia hacia los personajes. Todo en pos de un pedazo de realidad (A Hitchcock sólo le gustaban los pedazos de pastel) que se regodea en una banalidad cotidiana carente de horror. Cuando finalmente se decide a contar algo, la atracción romántica, el ménage à trois con otra chica, la pelea y la despedida, cae en el cliché, lo pacato o lo fácil porque carece de ideas. Lo de Swanberg ya es deprimente. Cree que mostrando las fallas, las denuncia, que exponiendo los síntomas, los critica.