Drama en el que una mujer descubre que su marido desaparecido hace más de 20 años vive en un pueblo de la costa de la provincia de Buenos Aires. Después de Una noche con Sabrina Love (2000) y Valentín (2002), Agresti continúa su camino a Hollywood con propuestas cada vez más insípidas. Si su objetivo es banalizar la historia para hacerla más comprensible, estilizar la imagen para hacerla más accesible o demostrar a los ejecutivos que puede hacer un film en Estados Unidos, cumple su objetivo. Pero si intenta indagar en las heridas del pasado, hacer una historia de amor con el paso del tiempo como telón de fondo o darle un mínimo de consistencia emocional al relato, es un fracaso absoluto. Ya desde el principio asistimos al drama de unos nada atractivos personajes en pena, se nos cuenta una historia tan maniquea como manipuladora y la película cae en los peores recursos del sentimentalismo. Pero después no mejora. Agresti suma personajes e historias que no vienen a cuento, no pierde oportunidad para agregar escenas lacrimógenas y no desperdicia momentos para incluir la demagogia más rancia. Párrafo aparte en los anales de la abyección es ese plano de encuentro en la vidriera con el cartel de patacones. El film es un ejemplar del más burdo cine argentino condescendiente y pretensioso.