Comedia romántica en la que un psicoanalista y una bailarina intercambian departamentos de alquiler en New York y Paris. Akerman se acerca lo que más puede al mainstream con una trama a base de enredos, un perro en todas las escenas y un par de actores conocidos, aunque conserva la cadencia narrativa y la profundidad visual. Si por momentos la hibridez resulta estimulante en cuanto al uso de los espacios, el aporte de los secundarios y los apuntes de los personajes, en otros se estanca por la repetición de los chistes, la falta de carnalidad de la historia de amor y lo previsible de la historia.