Giallo en el que una mujer que perdió a su hijo en un accidente sufre pesadillas y se une a una secta satánica en Londres. Martino toma de Polanski la patología de la protagonista de Repulsion (1965) y el culto diabólico de Rosemary’s Baby (1968). Le agrega la psicodelia visual del giallo sin perder rigor dramático. El film no trata de shoquear con los asesinatos o de jugar con el suspense. El horror es más introspectivo (las puertas, las ventanas, los teléfonos y los ascensores adquieren significaciones aterradoras). El film se convierte casi en un acto de amor hacia la protagonista. Hay plena identificación con su padecimiento y su incapacidad para comunicarse.