Cuento de terror en el que un vampiro dueño de un bar espera el regreso de su amada en Rosario. Si nos quejábamos de que el cine argentino no hacía películas de género, ahora tenemos a un director conocido por sus “asaditos y cumples¨ que incursiona en el cine de terror. Su aporte se limita a tratar de recuperar la figura romántica del vampiro, mover la cámara sin sentido y mostrar un nulo timing para insertar el humor. Si bien hay algunas ideas atractivas (la ausencia de colmillos del vampiro remite a Martin (1977), los destellos de la noche rosarina), están poco desarrolladas.