Drama musical en el que una mujer trata de defender a su novio pintor por esconder a un perseguido político en Roma en 1880. Benoît Jacquot adapta la ópera de Puccini con algunos arreglos formales que tratan de quitarle la teatralidad a la puesta en escena. Las imágenes de la orquesta y los cantantes grabando la música en estudio y algunos inserts con colores saturados y pixelados se mezclan en la historia ocasionalmente. Por lo demás, Jacquot mantiene la cámara bien cerca de sus actores para romper con el efecto de teatralidad de la Ópera. Básicamente sólo utiliza dos locaciones (la iglesia donde el pintor trabaja en un muro y el despacho del policía). De allí que tenga que recurrir a esos cortes para agilizar el montaje. El resultado no es tan atractivo para quienes no estén habituados a la ópera como sí lo eran acercamientos similares de Bergman o Syberberg.