Drama criminal en el que dos vendedores ambulantes empiezan a trabajar con una empresa que trafica drogas en Buenos Aires. Visualmente la película es precaria. La pésima iluminación y la imagen oscura no es intencional. Sólo un testimonio de la incapacidad de sus realizadores. Entre cierta mirada desconfiada hacia el retorno de la democracia, un atisbo de comedia que intenta poner el personaje de Julio De Grazia y una trama policial que tarda en aparecer y cuando lo hace carece de fuerza, sólo queda en el recuerdo la escena de Adrián Martel con un travesti.