Drama en el que un transexual es secuestrado y obligado a transformarse en hombre por la falta de hormonas en las afueras de Paris. Bonello traslada un personaje de la mitología griega al cinema queer y la noción filosófica de identidad escapa a cualquier encasillamiento. Sin duda la historia es atractiva, los temas, inquietantes y el tratamiento, original, pero el hermetismo, lo oblicuo y la frialdad de la puesta en escena le restan méritos. Hay ideas brillantes como la transformación de hombre a mujer y los dos actores que interpretan al personajes que plasman la búsqueda de la belleza y el ideal. Otras resultan inexplicables como Laurent Lucas interpretando dos papeles y las revelaciones milagrosas de la segunda parte parecen simples caprichos. Bonello pertenece a una generación que empieza a leer a los últimos directores modernos (o primeros contemporáneos), Lynch y su atmósfera oscura, Cronenberg y la relación entre técnica y cuerpo, Schrader y la posibilidad de cambio, con inquietantes resultados. Tal vez el último tercio del film pierda consistencia y se encierra un poco en su discurso, pero eso no quita la valentía de la propuesta. Bonello es un director a contracorriente en el que las pretensiones y los resultados todavía no están a la misma altura, pero que nunca cae en la indulgencia.