Comedia policial en la que un psicólogo debe escoltar a un policía que investiga una desaparición en Buenos Aires. El film reproduce algunas estructuras del cine de Hollywood con respeto e ironía y no teme internarse en el siempre riesgoso terreno de la comedia de diálogos y situaciones. Pero no hay que ser tan optimistas. La puesta en escena, tan calculada como convencional, carece de auténtico riesgo. El tono naif, casi púber de la película no cuaja con algunos temas tratados (la corrupción policial, los servicios de inteligencia, las torturas, los asesinatos). La espectacularidad austera puede sorprender en nuestro medio, pero no alcanza a darle un salto de calidad a las secuencias de acción. La pasión de Szifrón por el cine de Hollywood de la década de 1980 puede remitir a Walter Hill y Joe Dante, pero también a Donner, Spielberg y Zemeckis. La interpretación de Luis Luque como policía deprimido, la partitura de Guillermo Guareschi (pura nostalgia por Ennio Morricone y John Williams) y la mejor secuencia del film (en las oficinas de la SIDE) logran sostener el atractivo de la propuesta. Es una lástima que se escapen apuntes moralizadores, edificantes y paternalistas en la resolución. Más allá de estos reparos, la película puede significar una renovación del impresentable cine nacional comercial.