Psycho thriller en el que cuatro chicas tiene un accidente de auto y van a parar a una granja donde son asesinadas en Kentucky. Tomando prestado la estructura de Psycho (1960), el gore de Herschell Gordon Lewis y la historia caníbal de Ed Gein, Girdler se anticipa al horror gótico campestre de The Texas Chainsaw Massacre (1974) con sus extrañas angulaciones y su atmósfera enfermiza. Pero el psicologismo del guión y el amateurismo de la puesta en escena impiden al film tener mayor impacto que la mera curiosidad.
El cine de William Girdler tiene algo de genialidad, pero su tendencia al camp a veces termina desmereciendo algunos de sus méritos. No es de extrañar que los parecidos con el film de Tobe Hooper surjan con naturalidad (la vestimenta de los personajes, la apariencia casa, algunos planos idénticos). Luego de citar impunemente a Psycho en el inicio y de jugar descaradamente al slasher por unos 15 minutos, el film se toma unas vacaciones cuando el protagonista va a la ciudad a “despejarse”. Asistimos a un recital de una banda funk en un bar y aparecemos en la cama de la camarera (que lo llevó a su casa después que quedara inconsciente de la borrachera). Para ese entonces la película parece olvidarse de la identidad no revelada del asesino y se pone a jugar al psycho thriller juvenil de principios de la década de 1970. El final tiene reservado un par de asesinatos más, una nota a pie de página sobre el canibalismo, la imagen a la que refiere el título, una revelación salida de la nada, la explicación del psiquiatra y el plano final que vuelve a Psycho. Girdler sabe qué teclas tocar aunque su instrumento suene un poco desafinado.