Aventura en la que cuatro soldados americanos quieren robar un cargamento de oro de Saddam Hussein apenas terminada la guerra del Golfo en Irak. David O. Russell se apunta a una tendencia estética y narrativa que podemos observar en Fight Club (1999) David Fincher o The Beach (2000) de Danny Boyle. Aparecen los mismos elementos: la mixturización genérica (acá más definida), el hipnótico diseño visual (fotografía granulada y de alto contraste), los efectismos de todo tipo (bala que entra al cuerpo, un surrealista tiroteo), los giros delirantes de la trama (aunque no tantos en la segunda parte), un explícito uso de la violencia (pese a que carece de efecto) y cierta sensación de caos. Pero el resultado queda a medias y Russell tampoco ha podido evitar que su film sea un fracaso en taquilla como los otros dos. Hollywood todavía no sabe qué hacer con este tipo de productos de apariencia superficial pero que tratan temas serios. El film tiene una clara posición crítica hacia el accionar de los Estados Unidos en la guerra de Irak. Muestra la desesperada situación del pueblo iraquí y el abusivo poder de los medios de comunicación durante el conflicto. Pero se le escapan ciertos apuntes sensibleros (aunque se esfuerce en demostrar lo contrario) que responden a los motivos por los cuales Warner financió el proyecto (más allá del reparto carismático y de la proliferación de disparos y explosiones). Lo mejor del film es el humor negro de la primera parte: la pregunta sobre si seguir disparando o no, el llanto por los animales muertos y la vaca que explota. Después los soldados y los civiles iraquíes se unen, hay un inoportuno episodio de tortura y la resolución manipuladora desmerece un poco el producto. Igualmente el film nunca deja de valer la pena.