Comedia dramática en la que cuatro latinos pobres y sin casa compran un traje color crema para vestirlo una noche cada uno en Los Angeles. Adaptación de un cuento y una obra teatral de Ray Bradbury. La pregunta del millón es ¿qué hace Stuart Gordon, gurú del sexo y del gore, en una producción infantil de Disney? Ni el origen teatral, ni el prestigioso Bradbury, ni la inclinación hacia la comedia o el colorido diseño de producción pueden justificar semejante desfasaje. Tal vez el film le ofrecía la oportunidad de ampliar los horizontes, de trabajar con buenos actores o de simplemente cobrar un cheque sustancial, pero lo cierto es que es su película más ordinaria e intrascendente. Más allá de que el desarrollo dinámico, la escasa duración y el tono de fábula invitan a una leve simpatía, no hay una mirada política, social o ideológica que sostenga el planteo. No vaya a ser que el espectador tenga que pensar. La resolución es tan conformista y complaciente como podría esperarse: “Mejor ser pobres y tener amigos”. Esperemos el retorno de Gordon al terror con Dagon (2001).