Cuento de terror en el que un policía busca a una niña perdida en una isla de Escocia donde se lleva a cabo extraños rituales. Al mismo tiempo que no recurre a ningún elemento fantástico el film invierte ciertos esquemas del cine de terror. Muestra lo horroroso como natural y lo natural como horroroso. El guión de Anthony Shaffer es rico en matices sobre el paganismo (los sacrificios para garantizar el bienestar económico) la sexualidad (no como tabú o represión, sino enseñada a los niños) y la naturaleza (la creencia en la reencarnación, la presencia constante del sol). La puesta en escena de Hardy tiene un realismo casi documental poco habitual para el género y encuentra la belleza de algunas imágenes en el cementerio y los insectos. Todo esto termina sacando definitivamente la pretensión de asustar del film. No hay vulnerabilidad e identificación con el protagonista. El sacrificio en sí está observado con ambigüedad.