Comedia dramática en la que un grupo de adolescentes viaja en colectivo para sus respectivas casas a la salida del último día de clases en el Bronx. Gondry hace un experimento con actores no profesionales, rodado en una única locación móvil y en tiempo real (la película dura lo que dura el viaje hasta que el último de los jóvenes se baja). Lo cierto es que el resultado no es muy estimulante porque se nota que Gondry no tiene mucha confianza en sus imágenes y en sus personajes. De allí que el montaje corte constantemente entre unos y otros y se vea obligado a agregar breves escenas que visualizan las historias del pasado que están contando. Ya a los 30 minutos de película uno tiene ganas de bajarse del colectivo. Y ni siquiera el último segmento, necesariamente más calmo y sereno, con menos personajes, puede explorar algo de las emociones de los personajes porque sigue atado a un modelo visual vetusto (cuenten la cantidad de planos y contraplanos con que resuelve la insípida charla entre el que termina siendo el protagonista y el joven con el que nunca había hablado) y al lugar común del guión.