Cuento de terror en el que una joven es internada en una clínica psiquiátrica donde la acosa un fantasma en Oregon en 1966. Luego de un hiato de casi una década, Carpenter vuelve al cine con un producto bastante convencional al que sólo ocasionalmente logra imprimirle su firma. Si en un principio parece que regresa a un terreno superado (el cine de terror adolescente), que estamos más en presencia de un film de Wes Craven que de Carpenter y que el guión está tirado de los pelos (amnesia, revelación), su concepción del horror siempre es interior. En el molde realista que sigue estando (pese a las concesiones), en el universo femenino que indaga, en la bella escena de las protagonistas bailan una canción de la época, en la impactante imagen del fantasma moribundo y en el giro fantástico de la resolución que conecta con el cuento de hadas podemos encontrar algo de su sello autoral. Como la mayoría de los directores de su generación, Carpenter debe adaptarse a las nuevas reglas del juego. La pregunta es si todavía tiene el entusiasmo.