Drama en el que el emperador Hirohito enfrenta los últimos días de la segunda guerra mundial en Tokyo. Sokurov culmina su trilogía del poder (Lenin, Hitler) ahora en Japón. El film es una pequeña obra maestra en miniatura. Si las cámaras digitales, el bajo presupuesto, la parsimonia narrativa y el sonido no directo no inspiraban mucha confianza para semejante proyecto, el resultado final supera todas estas dificultades. Ya sea por centrarse en corto período de tiempo, por la gran composición del personaje que hace el protagonista, por la fluidez de la puesta en escena que captura siempre lo esencial, por el acercamiento oblicuo que hace a la Historia con mayúscula o por la reflexión filosófica que surge con naturalidad. Sokurov hace uno de los últimos retratos de la humanidad y la inocencia del siglo XX. Es que el film trata una historia que los japoneses nunca se atreverían a contar y que los americanos no sabrían. Tenía que llegar un ruso para hacerlo. Sokurov de a poco fue puliendo sus herramientas narrativas y estilísticas y actualmente es uno de los pocos grandes autores europeos contemporáneos.