Cuento de terror en el que un grupo de adolescentes queda atrapado en un hospital vacío en Fujiyoshida. Luego de los remakes para Hollywood de sus propios films, Shimizu regresa a Japón para seguir explotando lo que queda del J-Horror, ahora con la novedad del 3D. Pero la película no termina de convencer. Ya sea por su asumida artificialidad visual, por una línea narrativa que tiende innecesariamente a la confusión, por la superposición de los tiempos o por el nulo peso específico de los personajes. De vez en cuando alguna imagen sugerente (la escalera caracol vista desde arriba), el oportuno uso de los colores (el verde la fotografía, el rojo de la alfombra) o la imaginería habitual del cine de terror japonés hacen más llevadera la propuesta y remiten vagamente a la estética de Mario Bava. Pero el film está más cerca de Lamberto Bava. De hecho comparte un escenario similar al de Una notte al cimitero (1987). Shimizu es un artesano que conoce los recursos del género, pero que queda atrapado en su falta de variantes.