Drama en el que un criminal deforme busca recuperar a su hija abandonada en Singapur. Más allá de una trama con demasiados baches y de la resolución conciliadora, la puesta en escena de Browning lleva al film al terreno del horror en estado puro. A partir de los decorados (o su ausencia) que dan un tono irreal, de la inclusión del plano detalle del cuchillo y de los rostros que adquieren una mueca no humana, el resultado no es nada parecido a un melodrama al uso.