Slasher en el que un grupo de jóvenes festeja su graduación universitaria y es acosado por un asesino ex combatiente de la segunda guerra mundial en un pueblo de New Jersey. Gracias a un fluido encadenamiento de las escenas y al provecho que saca de las situaciones simples y los ambientes oscuros, Zito hace una atractiva variación del esquema del slasher adolescente explorando más el suspenso que el body count. Pese a su ubicuidad en el espacio, el asesino no imita las posturas de Michael Myers o Jason Voorhees. Deja rosas a sus víctimas y el misterio por su identidad es apenas una anécdota. El impresionante asesinato en la ducha está resuelto en plano entero y sin corte, en las antípodas de Psycho (1960).
Tal vez el último de los slashers canónicos (Halloween (1978), Friday the 13th (1980), Prom Night (1980), Terror Train (1980), My Bloody Valentine (1981), Happy Birthday to Me (1981)), The Prowler quedó un poco relegada en el momento de su estreno por la saturación del mercado y por no contar con la distribución de una major. Pero es un film que cuenta con medios de producción decentes (1.000.000 $ de presupuesto), un planteo argumental que sigue al pie de la letra la fórmula del subgénero y uno de los mejores trabajos de Tom Savini en los efectos especiales de maquillaje. Después de un excelente prólogo (que muestra imágenes documentales del retorno de los soldados americanos de la segunda guerra mundial, una carta de ruptura fechada el año anterior y una lujosa secuencia de época de un baile de graduación en 1945 en la que una pareja se separa y termina asesinada), Zito ambienta su historia 35 años después y no tarda en comenzar la matanza. Una de las virtudes de la película es que no se estanca en las banales escenas de relleno. El film trata de ser un constante ejercicio de suspenso. El problema es que Zito no es Brian De Palma, ni tiene el rigor de Carpenter, por lo que la dosificación de la información y el manejo del punto de vista tienen algunos baches. No ayuda el uso que le da a la cámara subjetiva. Si bien en todos los casos (salvo un plano fijo en el prólogo) sirve como pista falsa que desemboca en susto fácil, su insistencia termina obstruyendo el dispositivo visual del film. Igualmente la puesta en escena saca provecho del uso de las sombras y las estrías expresionistas. Y el guión trata de alterar algunas de las “reglas” del slasher en la escena en la que una pareja va al sótano para tener sexo y no es sorprendida por el asesino.