Cuento de terror en el que un embajador americano sospecha que su hijo puede ser el anticristo en Londres. La película combina una elaborada trama detectivesca con la violenta irrupción de lo terrorífico. La excelente puesta en escena de Donner no descuida ningún aspecto. Las muertes son tan efectivas y sorpresivas. El uso de animales genera una atmósfera inquietante: el perro guardián, el paseo por el zoológico, los perros en el cementerio (la escena en que abren el ataúd es un auténtico momento de horror gótico). El enfrentamiento del bien y el mal es tan antagónico que, como Rosemary’s Baby (1968) cuestiona la naturaleza de ambos conceptos. El final es igualmente transgresor.