Drama en el que una compañía de magos llega a un pueblo a presentar un show de magnetismo espiritual en Suecia en 1846. Si bien la película es despareja y desbalanceada, Bergman se adelanta una década a las potencias de lo falso del cine alemán y muestra la necesidad de la ilusión contra la ciencia. Ciertos toques de comedia (los flirteos románticos de los amos y de los sirvientes parecen sacados de Renoir) y de terror (los bosques, la casa, los fantasmas, los muertos, las sombras) acentúan el tono de rareza.