Tercera parte del joven karateca, en este caso tratando de montar un jardín de bonsáis con su sensei en Los Angeles. Si bien la historia acusa cierto agotamiento que obliga a forzar la condescendencia, la victimización y la manipulación hacia los personajes, Avildsen sabe llevar el material hacia el terreno de los dramas juveniles de la década de 1950, a partir de la confusión del protagonista y su frustración con la relación con las mujeres.