Cuento de terror en el que un grupo de amigos se reúne para recibir a una pareja que viene de perder a su hijo hace dos años en una casa de Los Angeles. La abundancia de primeros planos resulta un poco molesta al principio, pero apoya el excelente dibujo de los personajes y después se diluye en la temporalidad del relato. Más allá de que el guión demora hasta último momento el ataque y de que la trama del culto maligno está bien oculta, la película construye un terror cercano, concreto y tangente (las puertas cerradas, las rejas en las ventanas, la falta señal en la casa) a partir de una situación que se esfuerza en ser normal, amigable y relajada. Kusama es capaz de combinar el drama, el suspenso y el terror. Esa imagen desde el piso de arriba del portón con el auto a punto de irse del campo visual es miedo puro. Los pequeños indicios de rareza aparecen bien temprano: la mujer desnuda que se viste en el pasillo, la llegada del personaje que nadie conoce, el video del grupo de autoayuda. Un gran trabajo en la ambientación se suma al hecho de que el protagonista vuelve al lugar dónde vivió y detecta los pequeños cambios. El film podría ubicarse en el mismo terreno de You’re Next (2011), pero niega entrar al slasher. La misteriosa imagen final recuerda a Shivers (1975) de Cronenberg.