Cuento de terror en el que una joven se interna en una clínica que hace experimentos con sus pacientes en Baltimore en 1894. Entre sus muchos proyectos como director, James Franco encuentra tiempo para codirigir este film en compañía de Pamela Romanowsky. Franco se reserva el papel del director de la clínica. Es una película que cuesta encuadrarla en el género de terror y no por falta de elementos macabros. Es una cuestión que tiene que ver el punto de vista. Tampoco funciona como thriller o cuento de misterio. La reconstrucción de época, si bien modesta, absorbe las derivaciones genéricas. Los tiempos verdaderamente muertos (a los que se refería Claude Chabrol) se hacen presentes cada vez que el hermano de la protagonista se pone a investigar lo que el espectador ya sabe de antemano. La fotografía suave, medio de telenovela, no parece la opción más acertada. Hay algo con la quietud en la primera mitad del film que da cinema de qualité. La película pierde el rumbo cuando su protagonista empieza a ser coaptada por los médicos de la clínica y su comportamiento se vuelve errático. En consecuencia, la atmósfera gótica del principio y la cita a Poe se diluyen. Hay una buena idea sobre la representación teatral bajo hipnosis, pero no está aprovechada. Como siempre la precipitación de los sucesos de la parte final no merece mayor comentario.