Cuento de terror en el que tres amigos son perseguidos por tres fantasmas tras haber bailado sobre sus tumbas en un pueblo de North Carolina. Luego de su documental televisivo sobre los maestros del terror, Masters of Horror (2002), Mendez vuelve a dirigir un largometraje luego de seis años. Al menos en un principio, la película tiene un planteo serio, una trama elaborada medianamente original y una puesta en escena gélida y absorbente. Los investigadores paranormales aparecen en el momento justo (cuando los indicios se estaban volviendo redundantes), aportan un trasfondo teórico a la maldición y proponen una solución (desenterrar y volver a enterrar los cuerpos) propicia para los sobresaltos. Tal vez Mendez no puede articular las escenas de terror contenidas del principio con el progresivo ritmo narrativo de la parte media (desperdicia algunas situaciones ideales) y con el clímax efectista del final (los personajes encerrados en el edificio de investigación), pero muestra destreza visual en todo momento. La fotografía levemente descolorida adquiere un tono entre azulado y plateado. Los efectos especiales dan un impresionante look a los fantasmas, pero en el final se exceden un poco en la parafernalia digital.