Thriller en el que un periodista se une a una hacker para investigar la desaparición de una mujer en una isla de Suecia. Fincher asume el encargo de adaptar un bestseller literario y lo lleva a su terreno. De paso deja a la versión sueca del mismo libro como un mediocre episodio de una mini serie televisiva. La depuración del estilo de Fincher desde Zodiac (2007), a partir de la síntesis narrativa, la transición de las escenas y la lucha de luces y sombras en la fotografía, le permite arribar a las potencias de lo falso sin necesidad de un guión ingenioso. En ese pequeño margen de maniobra tiene una total libertad para capturar gestos, aprovechar los actores e introducir una perversa ironía, aun con una historia que carece de mucho sustento. La lectura que hace del personaje femenino a partir de la secuencia en el subte con el demonio y de la resignación, el detalle del primer contacto de los cuerpos y el principio de historia de amor le dan un toque más humano al film. Fincher sigue expuesto a la disyuntiva del cine de autor y del cine de género. Pero cada vez se muestra más seguro de lo que quiere.