Melodrama de ciencia ficción en el que un médico busca la fuente de la juventud para curar a su esposa enferma de cáncer en Estados Unidos. Si hay algo que no se le puede negar a Aronofsky es ambición. Su film narra tres historias paralelas en tiempos diferentes, utiliza un estilo visual pictórico y trata temas que van del amor, la muerte, el arte y la religión. Pero nada puede evitar que The Fountain sea una de las películas malditas de la década de 2000. Se nota que el guión fue recortado, que las historias de amor con personajes moribundos nunca son muy honestas y que el final no puede huir del lugar común. Es una lástima, porque la capacidad de detalle de la primera parte logra cautivar, la historia deja lugar para la imaginación (una rareza en los films fantásticos de la actualidad) y el segmento en el siglo XVI con los mayas prometía la cuota de aventura que faltaba. En reemplazo, la abundancia de primeros planos satura la puesta en escena y las escenas melodramáticas contaminan una artificial atmósfera mortuoria. Aun así se puede apreciar de la destreza visual de Aronofsky (la metáfora del tronco del árbol y el cuerpo, los efectos visuales orgánicos y la imagen final de la fuente). Aronofsky completó su ansiado proyecto. Ahora es tiempo de que retome el camino de sus dos primeros films.