Cuento de terror y ciencia ficción en la que seis estudiantes descubren que sus profesores han sido transformados en alienígenas en una escuela secundaria de un pueblo de Ohio. Lo mejor de la película es el vertiginoso timing narrativo y el excelente dibujo de los personajes. La presentación a lo spaghetti western de los jóvenes con los intertítulos de sus nombres resulta genial. Del lado de los estudiantes tenemos al nerd, a la porrista, el rebelde, la outsider, el deportista y la chica nueva en un retrato que combina The Breakfast Club (1985) con Nowhere (1997). Del lado de los profesores tenemos al coach histérico, el olvidadizo de historia, la desafiante de drama, la hermosa de literatura, la cordial de biología y la enferma enfermera. Destacar su presencia constante en los pasillos, sus miradas amenazantes y sus geniales reuniones en la sala. Los extraterrestres son una raza parásita que asimila los organismos que ataca, se reproduce y se expande como bichos que entran por las orejas. La película tiene el mismo planteo que Invasion of the Body Snatchers (1956), de hecho la nombra varias veces, pero carece de la misma lectura política. También hay homenajes a Carpenter y The Thing (1982), a partir de la desconfianza entre los personajes que se someten a una prueba, la salida de un personaje al que luego no dejan entrar y la cabeza que sobresale de un monstruo.
Hay un claro conflicto de intereses entre el guión de Kevin Williamson y la dirección de Robert Rodriguez del que, al menos en la primera parte, sale victorioso Rodriguez porque logra borrar los síntomas de Scream (1996), es decir, las referencias cinéfilas, los diálogos ingeniosos y la superficial autoconsciencia de los personajes. Rodriguez se siente cómodo con la presentación de los personajes y los primeros indicios de la amenaza. Pero una vez que los personajes confirman esa amenaza, el film se encierra en la auto referencialidad del género con la que el guionista Kevin Williamson trata de justificar su presencia. El problema termina siendo la poca capacidad para inquietar. Los efectos especiales digitales le quitan todo el poder aterrador que podía llegar a tener la puesta en escena. Rodriguez muestra poca habilidad para insertar los sustos porque no hay atmósfera que cortar. Pero no por eso excluye excelentes momentos como el carnal ataque de Salma Hayek, la llegada al partido de fútbol americano con la inclusión de un cover Another Brick in the Wall, la delirante prueba de alucinógenos y el grito ensangrentado de Clea DuVall en la pileta. En este caso las drogas terminan salvando al mundo como el virus en The War of the Worlds (1953). Y si bien la resolución va por caminos previsibles es loable la falta de pretensiones del producto, el tono semi paródico y, especialmente, el epílogo. En definitiva, una serie B de lujo.