Drama en el que un estudiante americano se hace amigo de una pareja de hermanos gemelos en Paris en mayo de 1968. Bertolucci hace un recorrido por los íconos culturales de la década de 1960 (de la nouvelle vague al rock & roll) a la par de una historia de pasaje a la madurez. El film trata de rescatar el espíritu crítico, los valores y los ideales que formaron una generación, no como algo inerte, sino como el comienzo de algo nuevo. Aunque los rituales burgueses todavía tiene presos a los personajes, al menos estas preocupaciones se dejaban ver en sus discusiones. El problema del film es que trata de ser demasiado cosas a la vez (y el espectador debe llenar demasiados lugares vacíos o superficialmente tratados). De hecho, las revueltas y las manifestaciones quedan en un segundo plano hasta la mismísima resolución. En cuanto a las actuaciones, Michael Pitt debe luchar contra un personaje algo esquemático y estereotipado, Eva Green destruye la cámara con una belleza nada artificial (que recuerda a Anna Karina) y Louis Garrel no se ve nada eclipsado, de hecho, parece que es el mejor actor de los tres. En cuanto a las escenas de sexo, pese a ser las más explícitas que Bertolucci ha rodado, no tienen nada de escandalosas. Tienen una rara mezcla de realismo, belleza y crudeza. Las citas visuales a Buster Keaton, Charles Chaplin, Freaks (1932), Scarface (1932), À bout de souffle (1960) , Bande à part (1964) y Mouchette (1967) quedan algo forzadas, no por su elección (irreprochable para el canon cinéfilo), sino porque cortan la dinámica dramática del film. En cuanto a la música, Bertolucci no es tonto. Sabe que The Doors y Jimmy Hendrix siempre funcionan bien en el cine. Third Stone from the Sun (Hendrix) suena arrebatadora y la inclusión de The Spy (Doors) es muy oportuna. Bertolucci trata de aggiornar su discurso a las nuevas generaciones con un tema demasiado amplio para su didactismo.