Drama criminal en el que la esposa de un jefe mafioso tienen un affaire con el dueño de un restaurant en Londres. Esta historia de infidelidad, crimen y venganza con el ingrediente del canibalismo tiene un perfecto equilibrio entre lo coyuntural y lo simbólico. El film se apoya en una singular belleza plástica (no exenta de libertades en cuanto a los cambios de colores o la inclusión de cantos) y en las escenas repulsivas (coprofagia, torturas, animales muertos y la escena final). El restaurant funciona como una especie de reflejo de la sociedad (los cocineros y mozos son los obreros, los clientes, la burguesía, el dueño, el capitalista ladrón y los perros, los marginados del sistema). El comportamiento excesivo establece conexiones con Salò (1975) aunque aquí hay límites (por eso el tono de fábula). La aparición del canibalismo no propone nuevas salidas a la situación, pero cuestiona la irracionalidad de su negación y funciona como elemento de castigo. El papel del sexo (cuerpos desnudos, animalidad) y del discurso (unilineal, valor de los silencios) también remiten a Pasolini.