Thriller de ciencia ficción en el que un joven logra cambiar algunos traumáticos eventos de su pasado a través de un diario personal y genera violentos cambios en el presente en un pueblo de Estados Unidos. Mencionado así el argumento no parece más que una variación un poco rebuscada del tema de los viajes en el tiempo, aun más que la reciente Frequency (2000). Pero el film respira un aire tan trágico, romántico y aterrador que lo convierten en una de las mejores aproximaciones del cine fantástico contemporáneo a los abismos interiores de la mente (Polanski) y a la búsqueda del cambio (Schrader). The Butterfly Effect no es otro guión listillo ilustrado por un mercenario de Hollywood de turno. La pareja debutante de directores muestra su poder visual en algunas virulentas imágenes y todos los rubros se potencian: la música de Michael Suby combina tonos de Hans Zimmer con Angelo Badalamenti, la fotografía de Mathew F. Leonetti es tan colorida como inquietante y los actores se lucen, desde la revelación de Ashton Kutcher hasta los secundarios que sacan provecho de sus cambios de roles. El film logra hallar que el vampírico poder del mal reside en la falsa promesa de belleza, perfección y felicidad eternas. Las únicas fallas son la tendencia al efectismo (especialmente con el sonido) y los montajes durante los viajes en el tiempo (esas imágenes que se pierden y aparecen). Resulta saludable que algunos nuevos directores de Hollywood indaguen en el tiempo, la memoria y el amor, desde Wes Anderson y Sofia Coppola hasta Spike Jonze y Michel Gondry, en lo que podría ser una nueva ola desorganizada de principios de milenio. New Line ha encontrado la forma de innovar en el cine fantástico, desde Final Destination (2000) y Lord of the Rings (2001) hasta productos como este. A estas alturas su aporte es mayor que el de Dimension.