Thriller en el que una conductora de un programa de radio es atacada en un parque con su novio y se convierte en una vengadora vigilante en New York. La película es repugnante por donde se la mire. De Jodie Foster podía esperarse, pero Neil Jordan todavía tenía algo de dignidad. Parece mentira que se sigan haciendo este tipo films más de trienta años después. El personaje de Foster es asquerosamente burgués, los delincuentes son sólo negros, latinos o asiáticos, la violencia en todo momento es artificial, el giro feminista a esta altura atrasa, las citas a D.H. Lawrence y Poe causan gracia, el abuso del teleobjetivo de la fotografía es impresentable y los diálogos de letrina rebalsan. Simplemente el guión condensa la mayor cantidad de mierda puesta en continuado que se haya visto en una película de Hollywood en la última década. Jordan ya venía en franca decadencia, pero ahora definitivamente tira la toalla. Después de esto ya no hay retorno.