Comedia de terror en la que la filmación de una película de terror de bajo presupuesto se ve amenazada por una ola de asesinatos cometidos por una mujer en New York. Lloyd Kaufman se confirma como uno de los más dignos herederos del cine de John Waters y Paul Morrissey, al mismo tiempo que se revela como uno de los más lúcidos cultores de la comedia contemporánea. Su película deja en ridículo a las provocaciones de Sacha Baron Cohen, el televisivo Judd Apatow y los hermanos Farrelly. El film es una nueva celebración del más puro espíritu de Troma. Pero aun así, la trama de psycho thriller enfermizo por momentos logra shoquear. Los personajes principales están genialmente delineados y los secundarios aportan una cuota de humor bienvenida. Los diálogos muestran destellos de brillantez y las referencias políticas hacen que la militancia de Troma se mantenga intacta. Es que pese al bajo presupuesto, a la caótica puesta en escena y a los innumerables personajes que habitan el cuadro, cada tanto las imágenes de Kaufman encuentran una extraña belleza (la escena en que la protagonista fantasea), un tempo adecuado (la charla durante la cita en el restaurant) y una cualidad de humor casi surreal (el hombre enmascarado desnudo corriendo por las calles de Manhattan).